domingo, 12 de julio de 2015

Consejos para la vida espiritual



La ley del todo o nada

   Al hablar de nuestro tiempo, de nuestra sociedad; decimos que somos un mundo materialista, mediocre y entregado a los placeres.

   Pensándolo bien, creo que más que una sociedad materialista y mediocre, estamos en constante cacería de la perfección, de la pureza. Pero es aquí donde está el engaño, la trampa. Nadie ni nada es químicamente puro, todos tenemos virtudes y pecados, nadie es perfecto en  nada, un día te sale bien una cosa y mañana ya veremos. Esto lo podemos ver por ejemplo en la obsesión que existe hoy por la belleza; asistimos a una carrera cada vez más alocada por lograr la hermosura física, cosa que nunca vamos a lograr ya que nuestro deseo no se ve colmado por nada de este mundo.

   Es el todo o nada. Históricamente esto no es nada nuevo, a lo largo del tiempo han aparecido grupos de personas que buscan lo puro, aquello que no contenga nada sospecho, que haga dudar de su integridad.

   En el siglo I, apareció una secta que se hacía llamar  "gnósticos", estos (a vuelo de pájaro) se jactaban de su pureza, de su fuerza de voluntad para dominar sus cuerpos (hasta que duro), y despreciaban a los demás por impuros y mediocres. Pues, estos que se consideraban una raza superior, terminaron cayendo a lo más bajo; se hizo habitual entre ellos la practica de orgías, excesos en la comida, etc.

   ¿Y que por qué este cambio? ¿Si busco la pureza, por qué acabo revolcándome en el fango? Creo que la respuesta está, en el despecho, en el amor propio herido. Consciente o inconscientemente hacemos esta deducción, sino puedo ser puro sino a medias, pues me revuelco en el fango, me hincho a pecar porque jamás dejaré de ser débil y necesitado.  

   Es esta la trampa que nos tiende el demonio en nuestras vidas, muchos se alejan de Dios porque no se sienten dignos o porque en su intento de dejar el pecado vuelven a caer. Por esto Jesús lo dijo bien claro en varias ocasiones en el evangelio: "Al oír esto, Jesús les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores." (Mc. 2, 17)

   Durante toda nuestra existencia experimentaremos (a veces más fuerte y otras no), que somos vasos de barro, que somos ese hijo pródigo que vuelve a casa, pero no una vez sino muchas veces a lo largo de nuestra vida.

   Puede que hoy estés desanimado de ver, la miseria tan grande que hay en tu corazón, te sientes un enfermo incurable; no pasa nada acercate a la misericordia de Dios, búscale a Él; y no te mires a ti mismo y de lo pobres que eres. La historia está llena de grandes santos que fueron grandes pecadores.

   Recuerda que Dios es un artista, el sabe trabajar también con tus miserias y hacer una gran obra de arte. Y se te caes te levantas de nuevo. Y nos podemos preguntar ,¿hasta cuándo será esto así?, ¿cuándo acabará esta debilidad mía?. La respuesta es nunca, hasta el ultimo momento experimentaremos que somos frágiles, pero eso sí, somo hijos de Dios.

   Recurre al confesor, sé que somos pobres y débiles pero allí se hace presente la misericordia de Dios. No digas, yo me confieso directamente con Dios, eso es mentira; como sabes que no es el diablo con el que te estás confesando; recuerda que él también nos engaña asumiendo apariencias angelicales, que satisfacen nuestro orgullo escondido bajo la apariencia de humildad.

   Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. (Lc. 15, 18)
  

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