Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».
Palabra del Señor
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Comentario:
La solemnidad que hoy celebramos, nos invita a levantar los ojos al cielo; a descubrir cuál es la meta a la que Dios nos llama. En nuestro tiempo se ha instalado un demonio de tristeza que se manifiesta en la depresión. El psiquiatra Víctor Frankl, que estuvo recluido en los campos de concentración nazis; decía que una de las causas de la depresión es por la pérdida de sentido de la vida; ¿por qué vivir? ¿para qué vivir?. Necesitamos encontrar un sentido a nuestra existencia, incluso cuando ésta no parece tener sentido porque aparece el sufrimiento.
En nuestro tiempo, tratamos de encontrar ese sentido viviendo muchos años; se piensa que vivir mucho y por solo el hecho de vivir, esto dará sentido a nuestra vida. En otras generaciones pasadas, las personas duraban menos años de vida, pero habían aprovechado mucho esos años; morían con un montón de cosas que habían logrado a sus espaldas. La vida cobra sentido cuando se entrega; pero para entregar la vida debe haber algo o Alguien que trascienda lo meramente material y lo humano.
En el evangelio de este día, Jesús le dice a Pedro: ¡Dichoso, tú hijo de Jonás!, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Pedro, recibe una revelación que sobrepasa lo meramente humano, lo material. Y es que la carne, nuestra humanidad sino es trascendida, superada; no puede salir de sí misma. Solo el hombre, no puede redimir al hombre. Por esto Cristo es Dios y hombre verdadero; en él se dan las dos naturalezas para poder salvar al hombre.
Por este motivo cuando nos encerramos en nuestra realidad material, en nuestro mundo; dando la espalda a Dios; el sentido de la vida se va perdiendo y parece que la única posibilidad de escapar de esta tragedia es a través del pecado. Pero el pecado también experimenta una limitación, el pecado aburre; por lo tanto, hay que intentar de encontrar un sentido, a través de la degeneración, la depravación. Que es lo que hoy vemos que pasa en nuestro mundo.
San Pedro y San Pablo mueren mártires, entregando su vida por Cristo. Cuántos mártires hay en nuestro tiempo, cuántas personas que pierden su vida por la fe; solo tenemos que mirar a las Iglesia perseguida de Oriente. Y la preocupación más grande de Occidente, de los países desarrollados; es mantener la calidad de vida. Gente que envejece en un sillón y viviendo solo para ellos, cuántos jóvenes de nuestra sociedad pensando solo en el gimnasio, el perro y poco más.
Dios quiera que un día también a nosotros, nos puedan decir dichoso tú, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Contemplemos a la Virgen María, la primer mártir (testigo) por Cristo, para que ella nos ayude y consuele en los momentos de prueba.
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