sábado, 22 de agosto de 2015



EVANGELIO

¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna

 + Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 60-69 

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

 —«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» 

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: 

—«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.» 

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: 

—«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» 

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: 

—«¿También vosotros queréis marcharos?» 

Simón Pedro le contestó: 

—«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.» 

Palabra del Señor. 
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Comentario

   Hace dos domingos atrás aparecía como hoy que los oyentes de Jesús, murmuraban al no entenderlo (En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo»).

   Pero aquí los que murmuran ya no son los judíos, sino sus discípulos los más cercanos a Jesús; es decir, que nadie se libra de este pecado y de sus consecuencias. 

   Sobre la murmuración creo que hablamos suficientemente hace dos domingos. Pero me gustaría destacar, que el que murmura siempre se pone como la víctima; ¿Cómo me puede pasar esto a mí? ¿Yo merezco algo mejor? ¿Pero quién se creer ese/a?. Y para uno que va de víctima el oído está cerrado, no puede escuchar; porque sus razones distorsionan la palabra y solo escucha aquello que le reafirma en su papel de victima, por esto está imposibilitado para hacer la voluntad de Dios; porque a Dios tampoco lo entienden.

   Me quiero fijar también hoy, en lo que Jesús les reprocha a sus discípulos: ¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? 

   El escándalo, viene mucha veces por la imposibilidad de poder fiarnos de Dios, por considerar imposible aquello que se nos dice o propone. La fe es como cuando uno empieza a nadar; aquellos que desconfían que es imposible que podamos flotar, que podamos lograr tal hazaña; jamás se alejan de la orilla; solo llegan hasta donde hacen pie y, cuando Dios les dice: ¡Venga adelante fíate de mí..!, prefieren seguir apoyándose en sus razones y por esto no experimentan nunca la alegría de nadar, de arriesgar. 
   
   Es por ello que, el que se escandaliza se aleja de Dios, para volver a la orilla de sus criterios y aceptar solo aquello que su soberbia le permite. En cambio el que pone su confianza en Dios, se lanza a nadar en mar abierto sabiendo que su apoyo es Dios, pero solo así experimentan la alegría de la salvación y la paz.

   Virgen María, Tú dijiste sí al Señor, ayúdame a fiarme cada día mas en Dios nuestro Padre.

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