“ Del mismo modo que,
 al final del invierno, cuando vuelve la
primavera, el navegante arrastra hasta el mar su nave, el soldado limpia
 sus armas y entrena su caballo para el combate, el agricultor afila la 
hoz, el peregrino fortalecido se dispone al largo viaje y el atleta se 
despoja de sus vestiduras y se prepara para la competición; así también 
nosotros, al inicio
de este ayuno, casi al volver una primavera espiritual, limpiamos las 
armas como los soldados; afilamos la hoz como los agricultores; como los
 marineros disponemos la nave de nuestro espíritu para afrontar las olas
 de las pasiones absurdas; como peregrinos reanudamos el viaje hacia el 
cielo; y como atletas nos preparamos para la competición despojándonos 
de todo. ”
 
 
  
  
  
    
 
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