Del santo Evangelio según san Mateo (9, 32-38)
En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».
Es sorprendente la actitud de los fariseos que se valen de cualquier tipo de argumentos, para negar que Cristo es el mesías, ni siquiera le conceden una oportunidad, aunque están viendo que hace cosas sorprendentes. Prefieren hundirse en su pecado, pero eso si, jamás ceden un paso con tal de no humillarse.
No sé si a vosotros os ha pasado, que tenemos momentos en los que preferimos hacer lo que sea, con tal de no dar la razón al otro; esto es algo horrible, pero que es muy fácil caer, porque prefiere uno seguir en su soberbia, antes que reconocer que nos hemos equivocado.
Recuerdo una vez que fui a confesar, y el sacerdote me dijo que le diera gracias a Dios de que pudiera ver mis pecados, porque había gente que no podían ver sus pecados; esto me sorprendió ya que nunca había pensado en ello, que es un don el que uno pueda ver sus pecados y reconocerlos delante del confesor.
Hace tiempo, se me acerco una señora, que me dijo que quería empezar a confesar, ya que tenía muchos años sin confesar, pero me advirtió que no se veía pecadora; y efectivamente fue así; empezó a venir a confesar, pero siempre la culpa de todo la tenían los demás ella nunca hacía nada y, todo lo cubría con el amor que sentía por su familia y los suyos. Un día que inició la confesión, y a culpar al resto del mundo; le dije en un momento: Señora, no ve que lo que desea es dominar a los demás, y se excusa en el amor que les tiene. Después de esto no la volví a ver.
Si hoy te ves pecador, débil y que eres un desastre; dale gracias a Dios, porque puedes recurrir a El, y encontrar aquel amor que cubre todas nuestras miserias, nos levanta y nos dice: ¡Animo, hijo tus pecados están perdonados...!
María, Madre Purísima danos la gracia de ver nuestros pecados y de buscar a tu Hijo.
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