miércoles, 10 de febrero de 2016

Jueves después de Ceniza


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,22-25):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» 
Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»

Palabra del Señor


Comentario

   Este evangelio, suele resultar difícil de captar por nuestro entendimiento porque resulta contradictorio escuchar: "El quiera salvar su vida la perderá...

   ¿Quién no quiere salvarse?, quién no desea que todo le vaya bien o lo podemos decir en negativo, a quién le gusta fracasar, quién desea ser objeto de burlas y criticas; creo que ninguno.

   Este evangelio es una invitación a hacer un acto de oblación (entrega, ofrenda), de aquello que no entendemos y que nos causa sufrimiento porque es algo injusto. Quién no ha tenido la experiencia de una decepción (mi esposo/a no es como yo quisiera, mis hijos no son como yo quisiera, este jefe no es como yo quisiera, etc.) una traición, esperabas compresión y ten encuentras exigido. En definitiva, una injusticia. 

   Las injusticias son muy difíciles de sobrellevar solo desde la razón, porque es la negación de un bien que se nos debe o que creemos que se nos debe, y ante esto nos revelamos; crece en nosotros un deseo de venganza, tristeza y decepción. 

   Pero esta frase continua y acaba así:"...Pero el que pierda su vida por mi la salvará". ¿Pero cuál esa vida que el Señor nos invita a perder? ¿Qué vida es la que debemos perder?

   La vida que Jesús nos invita perder; es la vida del hombre viejo que vive dentro de nosotros y nos impulsa a vengarnos ante una injusticia o a la tristeza y la auto-compasión que nos encierra en un circulo vicioso. Es por ello que hablaba de la oblación, que es ofrecer a Dios aquello que no entendemos, que nos parece injusto e imposible de admitir desde nuestro punto de vista. Porque si nos dejamos llevar por nuestros sentimientos negativos, nos podemos convertir en una criatura auto-destructiva, infeliz, llena de resquemores, sospechando de todo y de todos.

   Esto es morir a nosotros mismo, decir ¡no!, a ese sentimiento negativo que crece en nosotros porque las cosas no son como nos gustaría y como creemos que deberían ser. Esto es perder la vida por Jesús, esa vida que tú y yo nos montamos en nuestras cabezas y que no corresponden en nada con la vida que llevamos en realidad, y que despreciamos nada  más empezar el día. Esta vida que nos proyectamos cada día desde nuestra soberbia es la que debemos perder por Jesús.

   Virgen María, Tú que eres refugio de los débiles consuela nuestros corazones agobiados.

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