jueves, 2 de enero de 2014

 
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,19-28):

Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
Él dijo: «No lo soy.»
«¿Eres tú el Profeta?»
Respondió: «No.»
Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Palabra del Señor
Comentario:
   Esta pregunta que le hacen los fariseos a san Juan Bautista «¿Tú quién eres?». Es una pregunta que te harás todo este año que comienza, que digo año, durante toda la vida.
   Mirad, una de mis labores como sacerdote en la parroquia, me ayuda mucho cuando me desvío de la verdad. En la parroquia soy el encargado de la pastoral de enfermos, y esto me hace tratar muchas veces con personas muy mayores, porque estamos rodeados de residencias para ancianos.
   Qué porque digo esto;muy sencillo. Es que a la pregunta que le hacen a San Juan B., ¿Tú quien eres?. Nosotros queremos responderla con las cosas que hacemos, y somos. Cuando somos jóvenes, la respuesta puede que sea, soy este joven lleno de vida, guapo (el que lo sea), etc.; a medida que vamos creciendo nos identificamos con lo que hacemos casi siempre, soy estudiante, profesor, trabajador, padre o madre de familia, sacerdote, etc.
  Pero con el paso de los años, nos vamos dando cuenta que nada de eso responde a la pregunta ¿Tú quién eres?, porque todos esos yoes, van pasando, y no vuelven (la juventud, la belleza, las fuerzas). Somos como una cebolla a la que se le van quitando capas y capas, y al final no te queda nada.

   Entonces, qué o quién somos. Ahora entra aquí lo de trabajar con personas muy mayores, al final de la vida cuando ya no tienes nada (aunque algunos crean que si); te das cuanta que lo único que queda es ser hijo de Dios, que esa dignidad no te la puede quitar nadie, ni nada. Es por ello, que cuando te das cuenta de este hecho tan grande, dejas de sufrir, por tantas tonterías, porque el amor de Dios es gratuito y, no tiene que ver nada con nuestros méritos, sino solo con la misericordia que Dios nos tiene.
   Ya podremos ser los seres más desalmados que existan, que Dios te ama, solo basta que tú y yo nos convenzamos que este amor, es capaz de llenar toda nuestra existencia; pero debemos ponernos a tiro, para que este amor no pase de largo.  
  Virgen santa, que no despreciemos el amor que Dios nos tiene.     

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