miércoles, 28 de agosto de 2013

Evangelio de hoy...


Del santo Evangelio según san Mateo 23, 27-32


En aquellos días, dijo Jesús: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia!
Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: "Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!" Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas.¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! 


Palabra del Señor.

   Hoy Jesucristo, vuelve a arremeter contra los fariseos y los escribas. Pueda, que a nosotros nos suene a reprimenda, cuando Jesús dice: Ay de vosotros... Los ayes, en la biblia tienen también un sentido de pena, de tristeza como cuando uno llora por alguien o por algo, y la tristeza que embarga la expresamos un con un ¡ay...!

   Jesús, se siente dolorido porque vino a su pueblo y los suyos no le reconocieron (Jn. 1,11). Los fariseos, escribas y saduceos, tenían sus vidas apoyadas en una serie de normas, de preceptos que cerraban toda posibilidad de conocer a Jesús; estos tenían pánico de abandonar su rígido modo de vivir, porque pensaban que todo se vendría a abajo, porque sus vidas estaban apoyadas en esos estilos de vida; incluso en el pecado ya que muchos no querían perder el poder conseguido a través de pactos que habían logrado con los romanos.

  Por esto Jesús, utiliza estos ¡ay...!, como expresión de dolor y no como reproche, ya que tienen delante de sus narices al mesías, pero por no bajarse de su soberbia, por no aceptar que sus vidas eran ya una falsa; no podían aceptar, que el Hijo de un carpintero le hablara a ellos de conversión.

   Esto mismo nos pasa a nosotros, cuando estamos hundidos en nuestras miserias, y penas; y por no reconocer que lo hemos hecho mal, que nos hemos equivocado; preferimos seguir en nuestras cosas, obstinados en el mal camino (Sal. 35,5); antes que buscar y aceptar que solo en Dios está la vida.

  Quiero, terminar contando una anécdota, de cuando fui a dar mi primera unción de enfermos. Fue a un chico que había sido homosexual, y que estaba muriendo de sida. Cuando llegué me pidió la confesión, me senté a su lado y, mirándome a los ojos con una mirada que jamás olvidaré, me dijo: sabe por qué estoy aquí; yo le repondí, no lo sé; entonces él me dijo por mi necedad, sabía que estaba haciendo mal, pero por no dar mi brazo a torcer, preferí hundirme en ese infierno; y ahora reconozco que todo era mentira.

 Virgen María, auxilio de los cristianos; haz que nosotros tus hijos no dejemos nunca de confiar en el amor de Dios. 

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