Del Evangelio según san Mateo 11, 20 - 24
En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».
Palabra del Señor.
Comentario:
Me ha sorprendido, al leer este evangelio que Jesús les reprocha a estas ciudades (Corazín y Betsaida), es decir, a sus habitantes ¿Por qué no se habían convertido?. Puede parecer duro a nuestros oídos, escuchar a Jesús, decir estas palabras; pero esa extrañeza por lo que dice Jesús proviene, porque no sabemos la intensidad de este combate por la salvación, o mejor dicho que está en juego nuestras vidas aquí y, en la eternidad
Mientras estemos en este mundo, siempre habrá una oportunidad para arrepentirse, por muy negra que esté nuestra alma (Is. 1, 18), pero una vez que ya hayamos optado definitivamente por el pecado, es decir, después de muertos; ya el Señor no podrá hacer nada porque debe respetar nuestra decisión libre y voluntaria por el pecado, y la de vivir en él. Por esto Jesús lo que quiere con estas palabras; es remover las conciencias para atraerlas a la conversión, porque el pecado adormece, atonta hasta nuestra capacidad de razonamiento y, lo que es malo es bueno y lo bueno malo.
Por esto, el peor castigo es no ser castigado. No debemos extrañarnos, que Jesús nos hable algunas veces con dureza, ya que el pecado crea en nuestras almas, una especie de atontamiento; muchas veces producto de la soberbia por no reconocer las consecuencias de nuestro pecados, que no es otra cosa que pedir perdón por ellos.
Virgen María, refugio de pecadores no dejes que el pecado eche raíces en nosotros.
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