miércoles, 4 de mayo de 2016

¡Libres al fin...!



El pecado ya no existe…
            
    Era un día húmedo que amenazaba tormenta, el cielo era gris; el ambiente estaba cargado debido a la sensación de humedad, entremezclado con el miedo ante la fuerte tormenta que se aproximaba.
            
    Esa mañana escuche por la radio, que los sabios del pueblo habían decidido que el pecado no existía; que todos eran libres para decidir la forma en la que cada uno quería vivir. Que esa patraña de la Iglesia de querer decir que el pecado existía quedaba abolida por completo en todo el pueblo.
            
    La noticia llenó de alegría a todos los habitantes; todos saltaban de júbilo ante la sensación de libertad y regocijo, ante tal noticia. Ya nada era prohibido, todo era posible para la libertad; por fin eran rotos los yugos que pesaban sobre esta pobre gente sencilla y débil que solo querían ser felices. Nada les ataba a las antiguas costumbres empolvadas de sus ancestros. Villa Vitium era libre al fin.
            
    Yo también, me uní a la festividad; todos pensábamos que ya era hora de que la población no tuviese ataduras, ni tropiezos para alcanzar la felicidad tan deseada. ¿Qué más da?, si lo importante es ser felices, ¿qué importa un camino que otro, si lo que quiero es vivir alegre?
            
    Así empezaba una nueva etapa en la vida de los pobladores de Villa Vitium. Todos estaban esperanzados de que la vida sería ahora más sencilla, sin trabas, sin ataduras, sin nadie que les indicara por dónde meterse. Eso, ahora era cosa de cada uno.
            
    A los pocos días, de haberse hecho el decreto de suprimir la existencia del pecado; empezaron a aparecer los primeros logros de tan magna disposición. Vi a una mujer parada rígidamente en la esquina de una calle que decía que era un poste luz. Ella decía que toda su vida se había sentido un poste de luz atrapado en un cuerpo de mujer. Enseguida los sabios del pueblo tuvieron que buscar la forma de colocarle cables y hasta una bombilla en la cabeza para satisfacer los deseos de tan desdichada mujer. Todos aplaudían la decisión tan acertada por parte los sabios.
            
    No habían pasado muchos días, cuando un hombre de unos 50 años que estaba desecho por lo cruel que es la vida; porque toda su vida había reprimido su deseo de cenar cuando se desayuna, desayunar cuando se almuerza y almorzar cuando se cena. En seguida los sabios del pueblo se pusieron manos a la obra y cambiaron los horarios; entonces, cuando era de día era de noche y cuando era de noche era de día. Y así, este buen hombre que sufrió tanto en el pasado vio sus sueños hechos realidad.
            
    Sin grandes sobresaltos transcurrían los días entre los habitantes de este pueblo tan feliz. A los meses surgió un caso de una mujer que quería casarse; pero sufrió amargamente en el pasado, porque ella lo que deseaba era cambiar de marido cada año y poder escoger los hijos, el color del pelo, de sus ojos, etc.; incluso si no quería tener hijos ella también lo decidiría. Inmediatamente los sabios pusieron a trabajar sus cabezas prodigiosas y lograron que esta mujer alcanzara su felicidad tan deseada. Pero justo en ese momento surgió un contratiempo en Villa Vitium y es que entre los pobladores no había tantos varones para reemplazar cada año al marido anterior…
            
    Hoy por hoy Villa Vitium, es el pueblo más feliz sobre la faz de la tierra. Pero me pregunto cada día, ¿cómo lo habrán logrado?

P. Daniel J. de J. Barroso Huerta

             

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