El pecado ya no existe…
Era un día húmedo que amenazaba tormenta, el cielo era
gris; el ambiente estaba cargado debido a la sensación de humedad,
entremezclado con el miedo ante la fuerte tormenta que se aproximaba.
Esa mañana escuche por la radio, que los sabios del
pueblo habían decidido que el pecado no existía; que todos eran libres para decidir
la forma en la que cada uno quería vivir. Que esa patraña de la Iglesia de
querer decir que el pecado existía quedaba abolida por completo en todo el pueblo.
La noticia llenó de alegría a todos los habitantes; todos
saltaban de júbilo ante la sensación de libertad y regocijo, ante tal noticia.
Ya nada era prohibido, todo era posible para la libertad; por fin eran rotos
los yugos que pesaban sobre esta pobre gente sencilla y débil que solo querían
ser felices. Nada les ataba a las antiguas costumbres empolvadas de sus
ancestros. Villa Vitium era libre al fin.
Yo también, me uní a la festividad; todos pensábamos que
ya era hora de que la población no tuviese ataduras, ni tropiezos para alcanzar
la felicidad tan deseada. ¿Qué más da?, si lo importante es ser felices, ¿qué
importa un camino que otro, si lo que quiero es vivir alegre?
Así empezaba una nueva etapa en la vida de los pobladores
de Villa Vitium. Todos estaban esperanzados de que la vida sería ahora más
sencilla, sin trabas, sin ataduras, sin nadie que les indicara por dónde
meterse. Eso, ahora era cosa de cada uno.
A los pocos días, de haberse hecho el decreto de suprimir
la existencia del pecado; empezaron a aparecer los primeros logros de tan magna
disposición. Vi a una mujer parada rígidamente en la esquina de una calle que
decía que era un poste luz. Ella decía que toda su vida se había sentido un
poste de luz atrapado en un cuerpo de mujer. Enseguida los sabios del pueblo
tuvieron que buscar la forma de colocarle cables y hasta una bombilla en la
cabeza para satisfacer los deseos de tan desdichada mujer. Todos aplaudían la
decisión tan acertada por parte los sabios.
No habían pasado muchos días, cuando un hombre de unos 50
años que estaba desecho por lo cruel que es la vida; porque toda su vida había
reprimido su deseo de cenar cuando se desayuna, desayunar cuando se almuerza y
almorzar cuando se cena. En seguida los sabios del pueblo se pusieron manos a
la obra y cambiaron los horarios; entonces, cuando era de día era de noche y cuando
era de noche era de día. Y así, este buen hombre que sufrió tanto en el pasado
vio sus sueños hechos realidad.
Sin grandes sobresaltos transcurrían los días entre los
habitantes de este pueblo tan feliz. A los meses surgió un caso de una mujer
que quería casarse; pero sufrió amargamente en el pasado, porque ella lo que
deseaba era cambiar de marido cada año y poder escoger los hijos, el color del
pelo, de sus ojos, etc.; incluso si no quería tener hijos ella también lo decidiría.
Inmediatamente los sabios pusieron a trabajar sus cabezas prodigiosas y
lograron que esta mujer alcanzara su felicidad tan deseada. Pero justo en ese
momento surgió un contratiempo en Villa Vitium y es que entre los pobladores no
había tantos varones para reemplazar cada año al marido anterior…
Hoy por hoy Villa Vitium, es el pueblo más feliz sobre la
faz de la tierra. Pero me pregunto cada día, ¿cómo lo habrán logrado?
P. Daniel J. de J.
Barroso Huerta
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