Evangelio
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»
Palabra del Señor
Comentario:
Los judíos tenían la creencia que una muerte horrible o repentina era el castigo por vivir una vida en pecado. Es por ello que Jesús les responde, que esos no eran más pecadores por haber muerto de esa forma.
El tema que toca aquí Jesús, es muy conocido por nosotros y más en este tiempo de cuaresma; es la llamada a la conversión. Pero de una manera seria.
En teología hay un tema abierto, difícil de aclarar. Si mal no recuerdo, desde la edad media se plantea esta cuestión; ¿qué es primero en la conversión? ¿la gracia o un acto de la voluntad?.
No es fácil la solución. Porque si decimos que todo lo hace Dios, corremos el peligro de caer en una especie de pasividad absoluta. Si todo lo hace Dios, para qué preocuparme. Si Dios es tan bueno, haga lo que haga me salvaré; entonces qué más da que continúe en mi pecado. Pero si el peso de la respuesta cae en nuestra voluntad; podemos pensar que todo es cuestión de ser decididos y valientes.
Sinceramente, cada vez que inicio una conversación de este tipo con alguien siempre llego a la misma cuestión; ¡esto es un misterio...! Porque yo en lo personal no me considero que haya hecho mucho mérito para estar aquí.
Pero lo que si, veo necesario para la conversión es pedirla, sin descanso día y noche que Dios nos dé la gracia de convertirnos cada día. Pero hay algo, que si observo en muchos de los que se convierten; y que tienen en común. Es la transparencia, la sinceridad; no tienen miedo para reconocer sus pecados y fallos.
Unos de esos ha sido San Pedro, por los evangelios sabemos que era un fanfarrón, un bocón. Pero a la hora de la verdad era noble se dejaba corregir. No era un necio al que no se le puede decir, nada y que todo lo sabe antes de que se lo digas.
Si me preguntan, ¿cuál es el mayor impedimento para la conversión? En primer lugar diría que la soberbia por supuesto; pero ésta manifestada en un corazón doble, que vive con fingimiento; siempre ocultando sus miserias. Como el necio que nunca se deja ayudar.
Si hoy sientes, que cavan a tu alrededor y que te echan estiércol; no seas necio y no te cierres a la posibilidad de convertirte. No temas a venirte a bajo, recuerda que después que se toca fondo lo que viene es subir. Este es el gran temor de los necios, venirse a bajo por miedo a la humillación.
Os dejo con esta frase:
Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande
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