Solemnidad de Santiago apóstol, patrón de España
Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?»Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
Palabra del Señor
Comentario:
Ayer comiendo con un amigo sacerdote, hablábamos de las veces que uno por huir del sufrimiento, se mete en uno peor, lo que dice el famoso refrán: "Salí de Guatemala, para meterme en Guatepeor" o como se dice aquí en España: "Salí de la Málaga y me metí en Malagón".
Como sacerdote (y quizás por ser extranjero), se me han acercado algunos inmigrantes venidos a España que buscaban un mejor futuro; y me han contado como en verdad lo que han encontrado ha sido un infierno. Esa vida ideal y primorosa que venían buscando se quedó en un sueño, en algo que sería mejor olvidar; y no precisamente porque no hayan encontrado trabajo y dinero, sino porque ellos han hecho de su vida una tragedia (es curioso que una vez que han encontrado dinero, se rompe la familia).
Para muchos el ideal de su vida se concretiza en cosas solo materiales o en metas que aun no han llegado y que quizás nunca llegarán; es por esto que se pasan la vida suspirando por lo que pudo ser y no será, lo que llegará pero que todavía no llega. Y así se pasan sus días, cómo quien espera en la estación un tren que nunca llega y, así cada día ven pasar uno y otro tren, para no subirse a ninguno.
No debemos permitir que nuestra vida se convierta en un eterno lamento. ¡Ay!, pobre de mí, si me hubiesen dado ese trabajo, si me hubiese casado con esta/e, en vez de..., si mi hijos, si yo fuera más listo, si fuera más joven, más guapo, y un largo etcétera.
Los hijos de Zebedeo y su madre, también suspiraban por salir de Guatemala. Querían y buscaban notoriedad, protagonismo, como cualquier hijo de vecina. Imaginaos, cómo sería entre ellos la euforia, de ver que al que seguían multiplicaba los panes, caminaba sobre las aguas, resucitaba muertos, curaba la lepra. Vamos que tenían resuelta la vida. Pues, los hijos de Zebedeo quieren más, no solo estar con ese grandioso personaje que es Jesús, sino además ser de los más cercanos, en pocas palabras estar enchufados.
La respuesta que da Jesús, yo la interpreto así, no sé si será muy rebuscada, pero así lo veo. Es como si les dijera, en la vida no te agobies por el fruto de las cosas, no esperes que la vida te sonría, sonríele tu a ella, no te afanes por estar a mi derecha o a mi izquierda, esas cosas dependen de Dios. Tú, entrega tu vida en lo que hagas, pon tu vida en todo lo que hagas, da tu vida allí donde estés; no esperes que tu vida sea ideal para entregarte; sino llegarás a viejo y al mirar atrás solo veras cadáveres tendidos en tu camino.
Es por esto que Jesús a la petición de la madre de los Zebedeos les hablará de la entrega, del martirio (¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»). Imagino que los Zebedeos en ese momento ni sabían a que se refería Jesús, pero cuando llego la muerte de Santiago, que fue decapitado (Hc 12, 2), este se acordaría de las palabras de su Maestro, y mirando atrás en su vida diría: "Ha valido la pena..."
María, Madre la Esperanza que mi vida no se vuelva un eterno quejido.
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