(Lc 7,11-17): Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda...
Hay un libro muy bueno, que se titula el "El Coraje de Tener Miedo", y hay una frase en este libro que se me quedó grabada a fuego, y es esta: La vida es una incertidumbre, y el santo es aquel que decide vivir en la incertidumbre total...
La vida de cada uno de nosotros, no es un barco atracado en un puerto, sino la de un barco que va navegando, y mientras estemos en mar abierto siempre habrá cosas inciertas, nunca dejaremos de extrañarnos. Y una de ellas es la muerte, siempre que aparece parece tan nueva, cómo si nunca hubiéramos oído hablar de ella.
Para mí, el milagro más grande que hace Jesús no es resucitar al hijo de la viuda, porque imagino que éste volvió a morir, o a este le tocaría luego experimentar la muerte de su madre, y para más inri no tiene hermanos. Por esto el mayor milagro no es el que se relata, sino el que se lee entre líneas; hay uno que tiene poder sobre la muerte, que es Señor de vivos y muertos, y es Jesucristo. Esta sería la mayor alegría, para este hijo y su madre, experimentar que la muerte no tiene la última palabra, que no es el final, y que vale la pena amar porque con la muerte no acaba el amor.
Además, creo que la peor muerte no es la física, sino la de alma, la de tantas personas que están sumidas en su amargura porque no entienden el por qué de tantas cosas. Hay cosas mucho peor que morir, sino no se recurriera al suicidio. Por esto el milagro de la viuda de Naím, es el milagro de todas aquellos que se encuentran en un ataúd, por tantos miedos y del cual Cristo puede sacarte, llenando tu existencia de esperanza y alegría.
Que la causa de nuestra alegría, la Virgen María calme todos nuestros miedos y agobios.
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