jueves, 30 de mayo de 2013

Y él arrojando su manto, dio un salto, y fue donde estaba Jesús...

   

 



El evangelio de hoy, nos trae un personaje un tanto arriesgado. El ciego de Jericó, cansado ya de su situación y, al ver que los hombres no aportaban nada nuevo a su problema decidió jugarselas todas por Jesús. Esta situación se repite hoy en muchas personas que no ven salida a sus problemas (familiares, personales, etc.), creen que no hay nada que hacer. Estan como el ciego deben dar ese salto, soltar el manto (otro día hablaremos de lo que es el manto en la Biblia) y seguirle.

  Pero que nos impide muchas veces, dar ese salto. Fijaros que es curioso un ciego que da un salto, (En Maracaibo diríamos un brinco), este salto supone una incertidumbre para el ciego, no sabe dónde va a caer, o si caerá encima de otra persona; este ciego no hace cálculos fríos e interesados; no, simplemente salta. Pues, eso es lo que muchas veces a nosotros nos impide seguir a Jesús, que nos mantenemos haciendo cálculos para no equivocarnos en nada.

  En la vida debemos aceptar equivocarnos, porque sino en el fondo estás queriendo ser un muerto, no haces nada con tal de que no te critiquen...  Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»

  Pidamos a nuestra Santa Madre la Virgen, que ella nos ayude a dar ese salto. Amén

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