Esta pregunta surge, porque una persona me ha dicho, cómo podía combatir contra la tristeza del alma, o la acedía.
Lo primero que quiero decir, es que esta respuesta que doy no es de manual, sino de la poca o mucha experiencia que como sacerdote he ido consiguiendo.
Contra la acedía, creo que lo mejor es no combatir. Esto debo explicarlo un poco más. Cuando la acedía hace su aparición, bajo las formas de tedio, aburrimiento, o tristeza. Lo primero que surge en nosotros es querer huir, buscar la forma de cambiar esa situación. Por ejemplo, cuando tenemos problemas en el matrimonio, en el noviazgo, etc. Lo primero que surge en nuestro interior es una sensación de cambio, de una huida hacia delante. Los cambios por sí solos no generan soluciones, muchas veces lo que hacen es que ocultan nuestros miedo y fracasos durante algún tiempo, para luego volver a aparecer, cuando ese cambio haya dejado de ser una novedad.
Hay mucha gente que cree, que por el mero de hecho haber cambiado de casa, de país, de profesión; ya ha encontrado el remedio a su tristeza o acedía. Pero cuando pasa el tiempo, vuelve a aparecer de nuevo; incluso volvemos a añorar las situaciones pasadas (volver a esa casa, con tu pareja, etc.).
No siempre la acedía es nuestra enemiga, aunque no nos guste pasar por ella. La tristeza del alma, nos ayuda a conocernos, a calibrarnos, a saber quienes somos. Pero no solo a conocernos a nosotros mismo, sino también a saber cómo trabaja el demonio. Siempre que aparece la acedía, como he dicho arriba; lo primero que empezamos es a soñar con vidas más plenas, trabajos más gratificantes, personas que te amen de verdad. En pocas palabras, la acedía te lleva a vivir de ilusiones y nunca a vivir en la realidad; esto nos puede llevar a odiar cada vez más nuestras vidas, familia, trabajo, matrimonio. La vida no se compone de ideales, sino de realidades; y los primeros distan mucho de los segundos.
No conozco a nadie, y lo digo de verdad, que esté plenamente feliz con su vida, todos le daríamos un toque por aquí y por allá. Entre más busques una vida color de rosa, más rabia y tristeza te dará tu vida; llegando a un punto a que este desprecio, te lleva a vivir en la mentira y el odio en todo lo que te rodea.
Y en lo personal la acedía, nos hace madurar; a saber que somos pobres y muy limitados. Y esto es muy necesario a la hora de vivir, porque sino te conoces a ti mismo, es probable que intentes hacer cosas que superen tu capacidad. Hay que conocerse, y saber hasta dónde podemos llegar, ya que todos no somos iguales; aunque hoy la publicidad, y el cine nos quiera vender un tipo de persona que todo le sale bien, esas no te las encuentras en la vida real.
Retomando la idea inicial, que contra la acedía lo mejor es no combatir, me refería a ese combate que te ofrece el mundo; que hoy sino te gusta algo, abandona. San Ignacio de Loyola, aconsejaba a sus nuevos discípulos, "no hacer mudanzas en tiempo de crisis". Este es un consejo, que a mí me ha ayudado mucho en mi vida; cada vez que he tenido la tentación de huir, porque algo no me gustaba, he procurado permanecer en el sitio hasta que las cosas se aclaren, hasta que pase la tormenta. Aunque no siempre ha sido así, pero estos errores me han llevado a confirmar que es verdad este consejo de San Ignacio.
Pero qué es eso de no hacer mudanzas. Es muy sencillo es permanecer, en lo que haces; hasta que llegue la calma. Puede que muchas veces, cuando nos ataca la tristeza; rezar, ir a misa, confesar; nos parezca una pérdida de tiempo, pero es allí donde se libra la verdadera batalla contra la tristeza del alma, permanecer. Pero, permanecer en qué, o en dónde. Es estar haciendo lo que haces, pero hacerlo bien; y sobre todo permanecer junto a Jesucristo. Y veras como poco a poco, empieza a aparecer el gusto por lo que haces. Debido a que en la raíz de la tristeza, se esconde un rechazo por la vida que llevas, o quién eres
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