martes, 3 de septiembre de 2013

Evangelio de hoy...

 
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,31-37):

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!»
El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.
Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.» Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.

Palabra del Señor
Comentario:
   Algunas personas que me llegan diciendo, que tienen crisis de fe; yo les digo algunas veces: Tú, no tienes crisis de fe; a ti lo que te gustaría es dejar de ser débil.
   El evangelio de este día, nos presenta un hombre que tenía un demonio; y éste (el demonio), nada más ver a Jesús le reconoce como el Santo de Dios. Al demonio, no le hace falta tener fe para reconocer que Jesús es el hijo de Dios, al reconocer esto, simplemente está constatando lo evidente a sus ojos. Pero entonces, ¿por qué el demonio no puede tener fe?. La fe supone aparte del conocimiento que muchas veces es confuso (débido a nuestra frágilidad); una respuesta de amor, cuando uno ama a alguien no le importa ponerse por debajo de esa persona. Esto es, como cuando un padre echa una carrera con su hijo de cinco años y, le hace creer a éste que ha ganado la carrera. 
   El demonio tiene un conocimiento cierto que Dios existe; pero jamás podrá amarlo, jamás aceptará que su vida está en manos de Dios. Así que si hoy ves que dudas, que tu fe se tambalea; en cierta forma puedes alegrarte, porque es esa debilidad lo que más te acercará a Dios de una forma más humilde, pero a la vez más sincera; porque el problema no está en dudar o no dudar, sino en que tú  aceptes que no eres Dios, y que tu vida no está totalmente en tus manos, pero para eso necesitamos la fe, que también es posible para un hombre que duda, ya que no depende de nuestra capacidades, ni aptitudes; aunque sí, hay que fomentarla y cultivarla.
   Virgen María, Aunque miremos el sol oscurecerse, que no perdamos la fe.

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