sábado, 6 de julio de 2013

Evangelio del domingo...


 



 (Lc 10,1-12.17-20): ...Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

   Desde que Dios hizo al hombre, este siempre se ha sentido maravillado por lo extraordinario, lo que está fuera de lo ordinario. Esto por sí solo no es algo malo, el peligro está cuando la búsqueda de lo extraordinario, lo fantástico se vuelve el norte en nuestras vidas.

   Jesús, les dice a sus discípulos que no se alegren porque se le someten los espíritus, sino porque sus nombres estén inscritos en los cielos. En otras palabras, Jesús le está pidiendo que no pongan sus vidas en esas cosas sobrenaturales, ya que eso puede también ser la ruina de los que poseen esos dones. Y preguntaréis ¿Por qué? Estos dones pueden llegar a ocupar el lugar de Dios, porque alimentan nuestro ego, nuestro afán de protagonismo, logrando que nos olvidemos de Dios, y en vez de ayudar a la gente la llevamos a la ruina, porque no eres tu, ni yo quien va a salvar a las personas sino Dios en la medida que se sientan amadas por El.

  A lo largo de vida he conocido gente muy carismática, con muchos dones, pero que en la distancias cortas, cuando te acercabas a ellos veías que vivían por y para su ego, preocupado sólo de que número iban hacer para llamar la atención de los demás.

   Jesús, con estás palabras antes mencionadas, nos invita a vivir una vida sencilla, a no estar tan preocupados por los dones extraordinarios, que no nos despreciemos si somos uno más del montón, porque esos que viven solo para las cosas extraordinarias, pueden que hagan milagros, pero sus nombres no están inscritos en el cielo, ya que ese don sólo viene de Dios, que es el que tiene poder sobre vivos y muertos. 

   Virgen María, siempre sencilla aparta de nosotros en el afán de protagonismo.

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