Del santo Evangelio según san Mateo 8,23-27
Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!». Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?».
En estos días, acompañé a un amigo a comprarse un ordenador (computador), una vez que lo había comprado el chico que nos atendió nos dijo que nos dirigiéramos al Departamento de Seguros que allí nos ofrecerían uno para el ordenador. Entramos, y mi amigo les dijo que no quería ningún seguro, pero el otro insistía y para tratar de convencerle, empezó a enumerar una serie de cosas que podían sucederle al dichoso ordenador; que si le podía caer agua al teclado o coca cola, que al salir de la tienda podía llover y estropearce, etc. Fueron tantas las situaciones fatales que nos fue diciendo, que yo tenía ganas de que devolviera el dichoso aparato, porque al final parece que habíamos comprado una bomba por el miedo que nos metieron en el cuerpo.
Esto que os cuento y que os puede sonar algo chistoso, es así, somos la sociedad del miedo. Todos los días nos hablan de algún asesinato, un robo, un secuestro. Nos han metido el miedo en todo, y para todo; incluso hasta para las cosas buenas, matrimonios que se rompen cada tres por dos, sacerdotes que hacen desastres, etc.
En el evangelio de hoy el Señor les reprocha a los apostoles, ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?. El miedo es algo natural, incluso es bueno en cierto aspecto porque nos advierte del peligro, pero estamos viviendo tiempos en los que el miedo es el motor en la vida de muchas personas; vivimos para tratar de quitarnos el miedo, y eso jamás podrá ser.
De pequeño siempre oía decir a mi abuela o a mi madre, mañana haremos tal cosa si Dios quiere; cuando salíamos en coche siempre se decían una oración antes de arrancar. De alguna manera sabíamos que Dios nos protejía, que nos cuidaba y, eso te daba paz.
El mayor problema del miedo, es querer quitarlo tú mismo de tu vida, querer sentirte tan seguro en todo, que al final acabas recluyéndote en una habitación porque ves que no puedes, que por más que quieras no puedes controlar tu vida en todo momento. Creo que a veces la mejor manera de combatir el miedo, es no cambatirlo, hacerte su amigo, reírte de él; porque entre más lo odies, y más trate de huir de él, más fuerte se hace.
Si hoy tienes miedo, gritale (reza) al Señor para que se despierte, y calme esa tormenta que tanto miedo de te da, y dirás como los apóstoles: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?
Que María causa de nuestra alegría, pacifique nuestras vidas.
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