(Lc 9,11b-17): En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar...
Si nos imaginamos un momento cómo sería eso que nos narra San Lucas... Aquella multitud de personas que están siendo curados, todos estarían estupefactos, en el ambiente habría como una especie de aroma embriagador, que nos diría que se acabo el sufrimiento, que nuestras penas han cesado (un ciego que empieza a ver, el tullido que echa a andar).
Sin embargo ocurre una cosa curiosa, en medio de ese ambiente de euforia y alegría, todo se detiene; nos dice San Lucas: que el día empezaba a declinar... Es molesto, doloroso, incluso escandalaso en la vida siempre todo declina; nunca nada es igual de principio a fin. Creo que es un económista quien dijo: no podemos pensar crecer infinitamente en un mundo finito.
Pero sin embargo, es cuando Jesús hace el milagro:
Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo. Es verdad que el día declina, pero Cristo de la pobreza saca lo extraordinario, de dos panes y dos peces, signo de la limitación del hombre (las intenciones, los deseos...), los capacita para seguir adelante. Una cosa muy importante Jesús levanta los ojos la cielo, no se queda mirando sólo a este mundo con apatía, y despecho, sino que alza la mirada a Aquel que le puede ayudar.
Esta es la Eucaristía levantar la mirada, no quedarte mirando lo mal que está todo, lo pocos medios que tienes (dos panes y dos peces), sino poner toda tu vida en aquel que con tan poco hace tanto, o mejor dicho con nada. Ese es el milagro eucarístico que el Espíritu Santo transforme un simple pan, y una copa de vino, en el cuerpo y sangre de Cristo. Y esto es lo que hace contigo y conmigo, cuando nos fiamos de El, coge a estos siervos inútiles y los transforma para seguir adelante.
Pero recordad que el día siempre declina, y es cuando hay que volver a levantar los ojos al cielo, y tomar el cuerpo y la sangre de Cristo.
Que nuestra Madre María, nos enseñe, a levantar siempre la mirada al cielo.
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