(Lc 9,51-62): Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
Una de las características del que sigue a alguien, es que va detrás. Esto que parece una tontería, es fundamental en el seguimiento de Cristo. Muchos de nosotros queremos seguir a Cristo, pero no queremos ir detrás sino por delante marcándole el camino, diciéndole por dónde debe meterse, y cómo debe hacer las cosas.
Esto es un poco los que nos relata pasaje evángelico de hoy con estos tres que deciden seguir a Jesús, pero están dubitativos, quieren seguirle, pero por otro lado siente miedo, no quiere terminar de romper con sus vidas pasadas. Si nos fijamos Jesús dice, simplemente "sígueme" pero parece que debería decir más. A nosotros nos gustaría que dijera sígueme y, nunca te faltará nada, no tendrás problemas, tu mujer siempre te va amar, o tu marido será siempre como tú quieres.
Precisamente allí radica el verdadero seguimiento de Cristo, fiarnos de El, en todo momento, sabiendo que puede sacar vida de donde no la hay.
Nuestra Señora del perpetuo socorro, no nos dejes de tu mano.
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