Zósimo Izquierdo Gil, Beato
Presbítero diocesano de Zaragoza,
llevaba dieciséis años entregado al servicio parroquial, pero en Castelserás
no hacía todavía un año. Su celo pastoral se había
impuesto al margen de toda actividad política. Al llegar la
persecución religiosa permaneció en la casa parroquial hasta que el
28 de julio un tiro contra una imagen de la
Virgen de la fachada le hizo salir crucifijo en mano.
Inmediatamente le apuntaron una serie de fusiles, pero él se
limitó a decirles que no con fusiles se conquistaba el
mundo, sino con el amor. Un miliciano quiso apuñalarle. Pero
el comandante de la plaza no permitía que se aplicase
la pena capital sin juicio previo.
Detenido fue interrogado varias veces.
Al preguntarle a qué se dedicaba, contestó: «A servir a
Dios y a la Virgen, y hacer bien a todos».
Metiéronlo en la cárcel donde coincidió con tres religiosos dominicos.
Fue el consuelo de unos treinta detenidos, muchos de los
cuales se confesaron, dedicando muchas horas al rezo del Rosario.
Cuando los perseguidores se mofaban con burlas soeces, él correspondía
con una delicada sonrisa.
Finalmente el 30 de julio a media
noche, lo sacaron junto con dos religiosos dominicos y los
llevaron al lugar del suplicio. Se arrodillaron, y al preguntarles
qué hacían, Zósimo contestó: «Oramos para encomendamos a Dios y
pedir que os perdone pues no sabéis lo que hacéis».
Varios disparos acabaron con sus vidas.
Es uno de los 233 mártires españoles beatificados por S.S. Juan Pablo II
el 11 de marzo de 2001.
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