Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,7-9):
En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»
Y tenía ganas de ver a Jesús.
Palabra del Señor
En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»
Y tenía ganas de ver a Jesús.
Palabra del Señor
Comentario:
Esta mañana, antes de celebrar la misa con las monjas, a las que voy todas las mañanas; me resonaba una palabra; tienes que entregarte. Esto surgía porque mientras iba de camino al convento de las monjas, me decía a mí mismo; ¿qué te pasa que vas de mal humor?, ¿por qué últimamente, andas tan inquieto?; y veía esto al mirar a mi interior, siento que nada me sacia, que estoy sediento por hacer cosas llamativas, cosas importantes; en definitiva cosas que calmen mis deseos de grandeza; y es por esto que surgía esta reflexión, tienes que entregarte. Y esto me hizo ver que el problema no está en lo que estoy haciendo actualmente, sino que no me entrego; que todo lo vivo desde el afán de ser, ofreciéndome todo lo que hago para tratar de calmar ésta sed y, esta necesidad de colmar mi ego.
Y a cuento de qué viene esto, para con este evangelio. Me llamaba la atención que Herodes, tuvo frente así a los dos más grandes predicadores, evangelizadores, de todos los tiempos; San Juan bautista y, al mismo Hijo de Dios, Jesucristo. Y ninguno de los dos lograron convertir a este señor, estaba tan pendiente de vivir para sí mismo, que nada sirvió encontrarse con Juan y Jesús; ya que era un hombre, que lo único que buscaba era tratar de calmar su frustrada vida, buscando acciones y sensaciones de grandeza y placer.
Y al encontrarse con la sencillez del evangelio, prefirió dejarlo pasar ya que no colmaba sus ancias de grandeza. Así, que si hoy sientes que tu vida no es como tu quieres, que ni remotamente se acerca a lo que tu habías pensado para ti; aceptala y quierela como es (menos en el pecado), entregate a ella en cada gesto por pequeño que sea; porque recuerda que lo hace dichosa una vida es estar con Cristo, y para esto necesitas amar lo que haces y, donde estás. Sino te pasará como a Herodes, que por andar soñando con una vida ideal, no pudo reconocer al autor de la Vida.
Virgen María, causa de nuestra alegría; haz que podamos vivir alegres cada día de nuestras vidas.
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