(Mt. 10, 7-13)...No os procuréis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento....
Podriamos empezar por preguntarnos esto es posible hoy, o es necesario llevar tantas cosas, y vivir tan aferrados a tantas seguridades (Lo digo empezando por mí). Yo, creo que estas es una de las causas de que nos cueste tanto anunciar el evangelio porque estamos atados por muchas cosas que creemos imprecindibles, y como a Marta el Señor nos dice: Te agobias por tantas cosas y solo una es necesaria.
¿Pero qué pasa? ¿Por qué esto es un impedimento para anunciar el evangelio? La respuesta quizás, está en un libro que leí hace poco del filosofo cristiano Jean Guitton; donde el se pregunta el por qué de la crisis de fe de nuestro tiempo, el dice que la ciencia y la tecnología han suplantado a Dios; antes cuando a uno le dolía la garganta recurría a San Blas, es decir, teniamos a Dios presente en todo momento porque nuestra impotencia estaba a flor de piel, ahora con la ciencia que hay respuesta para casi todo, el hombre se siente invencible, lo sobra Dios, porque si le duele la garganta se toma los antobióticos y se acabó el mal.
Eso es lo que pasa con los evangelizadores, si estamos rodeados de tantas cosas, se sienten que Dios sobra y los anuncian timidamente, casi sin ganas; porque sí, Dios existe pero la vida me la doy yo y gracias a mi dinerin. Pero el día que ven que su vida es un infierno, porque aparece un cáncer, porque de la noche a la mañana envejeces y ya no te toman en cuenta, entonces allí si nos agarramos a Dios y gritamos con todas nuestras fuerzas, ¡Dios mío, sálvame...!
Que la Virgen, del Perpetuo Socorro, nos ayude a no caer en la tentación de dudar del amor de Dios.
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