domingo, 20 de octubre de 2013

Evangelio de hoy...

 
 
 
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Palabra del Señor
 
Comentario:
 
   Hoy Jesucristo, nos advierte de uno los peligros más grandes a la hora de rezar; y podríamos decir que para toda la vida de un cristiano. Ese gran peligro es el desánimo, del desconsuelo o la pereza.
 
   La oración, es una de las patas más flojas de la mesa del cristianismo; no rezamos. El Papa francisco, la semana pasada decía, que el cristiano que no reza corre el peligro de convertir su fe en una ideología, en una rigidez; hizo también una diferenciación entre decir oraciones y hacer oraciones.
 
  A veces decimos un montón de oraciones, pero que no pasan del techo de nuestra habitación, porque esas oraciones, no tienen nada que ver con nuestras vidas. Es como si jugáramos a ser cristianos, porque nuestra vida está puesta en otras cosas, tenemos el corazón invadidos por ídolos; que no dejan que nuestra oración sea de corazón.
 
  Que curioso, que Jesús cada vez que nos habla de la oración siempre nos habla de personas que se encuentran en el límite, situaciones difíciles (el amigo inoportuno, la viuda inoportuna). Parece que solo oramos de corazón, cuando todo ha fallado, cuando te encuentras solo; y es allí donde nos damos cuenta que esos ídolos en los que poníamos la vida, se han marchado y te han dejado solo; entonces, es cuando tu corazón y el mío, de verdad grita al Señor porque que ve que se hunde. Como cuando Pedro grita al Señor, porque ve que se hunde en las aguas.
 
  Sí, es así; solo oramos sinceramente cuando vemos que nos hundimos, pero esta no debe ser la oración de un cristiano. Un cristiano debe orar siempre sin desfallecer, porque no sabemos el día ni la hora. Puede que un día el enemigo, te encuentre confiado en tus oraciones vacías, y te ate y se lleve todas tus riquezas.
 
   No se trata tampoco de que nuestra oración sea siempre angustiada; no, sino que sepamos al rezar que allí nos va la vida, porque la vida es Cristo. Puede que hoy, tu vida de fe se encuentre en la rutina, en el tedio. Para un momento, y retoma la oración; prepara un sitio digno para rezar en tu casa, ponte delante de un crucifijo, o una imagen de la Virgen.
 
 Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» Hoy el Señor, nos hace esta pregunta a ti y a mi; pero la fe es imposible si no hay detrás una vida de oración.

Virgen María; Madre de todos los pobres, enséñame a decir amén.
   
 
 
 
 

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