José Samsó i Elias, Beato
  
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Fue un modelo de 
sacerdote entregado totalmente al ministerio de párroco. Severo consigo mismo, 
por temperamento y por virtud, pero comprensivo con los demás 
y dotado de las cualidades de gobierno para regir las 
comunidades que le fueron encomendadas.
 Destacó en el ministerio de la 
caridad y de la catequesis. Su obra más conocida en 
este sentido es la Guía para catequistas, preparada ya en 
marzo de 1936, pero que no fue publicada hasta 1940.
 
 Su 
dirección espiritual animó a muchas personas a seguir su vocación 
sacerdotal o religiosa, implantó la puntualidad en el horario de 
las misas, buscaba la perfección en los actos litúrgicos para 
alcanzar su máximo esplendor del culto, y trabajó intensamente en 
la decoración interior de la iglesia de Santa María, que 
en 1928 fue distinguida con el título de Basílica Menor.
 
 En 
octubre de 1934, un grupo de hombres armados entró en 
la rectoría de Santa María, amenazando al rector y a 
la gente que estaba con él, les obligaron a ir 
a la nave central y apilar sillas, y le ordenaron 
al rector que las prendiera. Samsó se negó, a pesar 
de las amenazas.
 
 Aquellos hombres incendiaron un altar y algunos utensilios. 
Cuando pudieron llegar algunos feligreses el fuego se pudo apagar. 
El párroco perdonó a aquellos hombres y no quiso revelar 
su identidad cuando fue invitado a hacerlo por la autoridad 
judicial.
 
 Desde ese día y hasta su detención en 1936, el 
sacerdote manifestó varias veces que se acercaba una persecución de 
sangre. El peligro para él y su condición de sacerdote 
y rector le llevó a aceptar generosamente la posibilidad del 
martirio, con una actitud de esperanza.
 
 Al iniciarse la Guerra Civil, se refugió en casa de 
unos feligreses, hasta que, en la madrugada del 28 de 
julio de 1936, intentando abandonar la ciudad por razones de 
prudencia, fue detenido y encarcelado por su condición de sacerdote. 
Después de un mes de cautiverio en la prisión de 
Mataró, se puso precio a su vida, y atado de 
manos, emprendió su Vía Crucis hacia el cementerio de Mataró, 
donde fue asesinado el 1 de septiembre de 1936.  
“Murió perdonando a sus ejecutores y con una gran ejemplaridad 
cristiana”, han indicado.
 
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